martes, 28 de enero de 2014
miércoles, 22 de enero de 2014
sábado, 18 de enero de 2014
jueves, 9 de enero de 2014
Carta al Papa Francisco antes de morir
Joven sacerdote conmueve con carte que dirigío al Papa Francisco antes de morir.
A continuación la carta del fallecido sacerdote:
“A Su Santidad el Papa Francisco
El Padre Fabrizio de Michino nació en Nápoles el 8 de septiembre de 1982. Casi tres mil personas se reunieron en Ponticelli para despedirlo en la Basílica de Nuestra Señora de la Nieve, donde era vice-párroco a sus 31 años.
A continuación la carta del fallecido sacerdote:
“A Su Santidad el Papa Francisco
Santo Padre,
En
las oraciones diarias que dirijo a Dios, no dejo de rezar por usted y por el
ministerio que el Señor mismo Le ha confiado, para que pueda darle siempre
fuerza y alegría para continuar anunciando la bella noticia del Evangelio.
Me
llamo Fabricio De Michino y soy un sacerdote joven de la diócesis de Nápoles.
Tengo 31 años y hace cinco que soy sacerdote. Desarrollo mi servicio en el
Seminario Arzobispal de Nápoles como educados del grupo de diáconos, y en una
parroquia en Ponticelli, que se encuentra en la periferia de Nápoles. La
parroquia, recordando el milagro sucedido en la colina Esquilino, recibe el
nombre de la Señora de las Nieves y en 2014 celebrará el primer centenario de
la Coronación de la estatua de madera del 1500, muy querida para todos sus
habitantes.
Ponticelli es un barrio degradado por su pobreza
y alta criminalidad, pero cada día descubro verdaderamente la belleza de ver lo
que el Señor realiza en estas personas que se fían de Dios y de la Virgen.
También
yo, desde que estoy en esta parroquia he podido ampliar cada vez más mi amor
confiado hacia la Madre Celeste, experimentando también en las dificultades, su
cercanía y protección. Por desgracia, hace tres años que me encuentro peleando
contra una enfermedad rara: un tumor justo en el interior del corazón y desde
hace algún mes, con metástasis en el hígado y en el bazo. En estos años nada
fáciles, sin embargo, nunca he perdido la alegría de ser anunciador del
Evangelio. También en el cansancio percibo, verdaderamente, esta fuerza que no
viene de mí sino de Dios que me permite desarrollar con sencillez mi
ministerio. Hay una cita bíblica que me está acompañando y me infunde confianza
en la fuerza del Señor, es la de Ezequiel: “Os daré un corazón nuevo, meteré
dentro de vosotros un Espíritu nuevo, arrancaré de vosotros el corazón de
piedra y os daré un corazón de carne” (Ez 36, 26).
En
este tiempo ha sido muy cercana la presencia de mi obispo, el card. Crescenzio
Sepe, que me apoya contantemente, aunque a veces me dice que descanse para no
cansarme demasiado.
Agradezco
a Dios también por mis familiares y mis amigos sacerdotes que me ayudan y
sostienen sobre todo cuando hago las distintas terapias, compartiendo conmigo
los diversos momentos de inevitable sufrimiento. También mis médicos me apoyan
muchísimo y hacen lo imposible para encontrar los tratamientos adecuados para
mí.
Santo Padre,
Me
estoy alargando demasiado, pero solo quiero decirle que ofrezco al Señor todo
esto por el bien de la Iglesia y por Usted de un modo especial, para que el
Señor le bendiga siempre y le acompañe en este ministerio de servicio y amor.
Le ruego que me añada a sus oraciones: lo que
le pido todos los días al Señor es hacer su voluntad, siempre y en todas
partes. A menudo, es verdad, no le pido a Dios mi curación, sino la fuerza y la
alegría de continuar siendo un testimonio verdadero de su amor y un sacerdote
según su corazón.
Seguro de sus paternales oraciones, le saludo
devotamente.
Don
Fabrizio De Michino”.
jueves, 2 de enero de 2014
Mensaje De Paz 2014
MENSAJE DEL SANTO PADRE
FRANCISCO
PARA LA CELEBRACIÓN DE LA
XLVII JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ
1 DE ENERO DE 2014
1 DE ENERO DE 2014
LA FRATERNIDAD, FUNDAMENTO Y CAMINO PARA LA PAZ
1. En este mi primer Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, quisiera desear a todos, a las personas y a los pueblos, una vida llena de alegría y de esperanza. El corazón de todo hombre y de toda mujer alberga en su interior el deseo de una vida plena, de la que forma parte un anhelo indeleble de fraternidad, que nos invita a la comunión con los otros, en los que encontramos no enemigos o contrincantes, sino hermanos a los que acoger y querer.
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